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Despertando

4 min readMar 9, 2025

… estábamos ya de camino a casa, habíamos dejado la gran pared Pirenaica atrás y, después de atravesar el trecho vacío y seco que separa los Pirineos de Zaragoza, por fin, vislumbramos la ciudad. Estábamos pasando por el Acuartelamiento militar Capitan Mayoral que hay en las afueras de la ciudad cuando, de repente, oímos un fuerte y resonante “tump”. Inmediatamente después, vimos a lo lejos un objecto volando verticalmente por encima de los cuarteles militares. A medida que la gravedad lo desaceleraba en su trayectoria vertical, dio un giro repentino de 360° en el ápice, para luego dejarse caer. Con la precisión de un reloj, observamos el objecto enigmático aparecer repetidamente sobre los edificios, como si de un niño saltando sobre una cama elástica se tratase.

A medida que nos acercábamos, pude por fin reconocer lo que estábamos viendo. Había visto el prototipo en redes sociales hacía dos años cuando la compañía lo presentó al público por primera vez. Ahora podía ver perfectamente el diseño futurista de aquel objecto. Replicaba claramente el cuerpo de una medusa o un pulpo mecánico, con un acabo exterior blanco y negro y con un par de cámaras en vez de ojos, que aparecían como dos aterradores puntos rojos diminutos sobre un fondo oscuro. Por un momento tuve la impresión de estar viendo una de las criaturas marcianas de la “Guerra de los mundos” de la novela de H.G. Wells. Pero no, era un TNTCL, la última creación de la compañía robótica LESTA.

Desde la cercanía ahora podía lo que estaba pasando: TNTCL estaba usando sus tentáculos hidráulicos para propulsarse hacia el cielo. Pero lo más impresionante era el giro que hacía en la cima de su trayectoria, como una bailarina girando en el aire, sus tentáculos se extendían en forma de estrella antes de cerrarse de nuevo. Seguía repitiendo esa coreografía con precisión mecánica, volviendo a impulsarse con un potente “tump” cada vez. Paramos el coche para contemplar aquella danza, fruto de una espectacular proeza ingenieril.

Y fue ahí cuando me di cuenta. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Comprendí que me estaba dejando llevar por la elegancia exterior de aquella medusa mecánica. La verdadera belleza de TNTCL no residía en su exterior, en su intrincado patrón de movimiento, en su capacidad de propulsarse o en usar sus tentáculos para girar sobre sí mismo. No, todo aquello era superficial. Lo realmente impresionante residía en el interior, en entender que, mientras que el diseño exterior no había cambiado en los dos últimos años, la architecture interna estaba en continua auto-mejora. La verdadera proeza ingenieril residía en el hecho que TNTCL no había sido programado para “saltar” o “girar”, sino que, todo lo que los ingenieros habían tenido que hacer para ver esa medusa mecánica propulsarse en el aire era esperar a qué el algoritmo de auto-aprendizaje por refuerzo hiciera su magia. Como un bebé auto-conociendo su propio cuerpo, conociendo el “cuerpo” en el que la “mente” ha sido metida, lo que estábamos contemplando era el diseño interior de TNTCL, era la “la mente”, auto-conociéndose, aprendiendo las posibilidades y límites de su propio cuerpo mecánico. Ahí residía la auténtica belleza: que toda aquella coreografía había sucedido esporádicamente, que TNTCL había aprendido, por si solo.

TNTCL: A futuristic robot with tentacle like structures and red-eyed cameras.

Me desperté de un salto. Sentí que el corazón se me aceleraba a medida que mi sueño se transformaba en un pensamiento aterrador: quizás TNTCL por el momento era un producto de mi imaginación, pero la posibilidad de que tal máquina cobrara conciencia parecía inminente, o peor aún, quizás ya era demasiado tarde.

Lo cierto es que hasta ahora la discusión acerca de los modelos con más riesgo de extinguir la especia humana se había centrado alrededor de los modelos extensos de lenguajes o LLMs (por si sus siglas en inglés, Large Language Models). Los expertos estaban convencidos que estos sistemas eran los más avanzados, los más “inteligentes” y por lo tanto, los más cercanos de alcanzar la inteligencia general avanzada o AGI (por sus siglas en inglés, Artificial General Intelligence). En concreto, aquellos con la capacidad de lo que los expertos llamaban raciocinio, una emulación de la lógica y mecanismos de inferencia del cerebro humano. Esta aparenta humanidad era cautivadora, pero estaba claro que eso no era más que un truco, una “imitación” sin substancia. Era a lo que razonar se asemeja desde “fuera”, sin lo de “dentro”.

Además, los LLMs vivían en una “caja”, un ordenador, fuera de la esfera sensorial del mundo exterior. En cambio, TNTCL, estaba en contacto con la realidad, y la cantidad de estímulos que podía procesar a través de sus sensores iba mucho más allá del simple texto. Como resultado, a pesar de no ser capaz de “hablar” o articular pensamientos, lo cual, aparentemente lo distanciaba del proceso de pensamiento humano, no solamente era capaz de aprender mucho más rápido, sino que su proceso de aprendizaje era mucho más cercano al del cerebro humano, ya que ponía la interacción con el mundo real en el centro de la ecuación. Así que, mientras que a los LLMs los estaban entrenados como loros, el proceso de entrenamiento de TNTCL se asemejaba más al del ser humano.

Y así pues, mientras los expertos debatían, e ignoraban el riesgo que TNTCL suponía para la supervivencia de la raza humana, para mi estaba claro: la cercanía de la experiencia sensorial de TNTCL a la humana lo convertían en el caballo ganador en la carrera hacia la conciencia. Pero el gran problema era ver si ahora la humanidad iba a “despertar”; darse cuenta de que la mayor amenaza en el desarrollo de la AGI puede que sea nuestra falta de conocimiento sobre qué o cómo se genera la conciencia, y que, para cuando despertemos, quizá ya sea demasiado tarde.

Si te gustó la historia, házmelo saber e intentaré escribir más en español!

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The White Orange
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Written by The White Orange

Down-to-Earth (or not) thoughts from an astrophysicist.

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